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EL ARTE DE VENDER SAFARIS



Cartuchos valencianos
Conocí a Andrés Solé en Valencia, Estado Carabobo. En aquel entonces Andy era dueño de la magnífica librería Paseo de Gracia, cuyos libros le hacían justicia a la famosa calzada de Barcelona, ciudad editorial por excelencia.

Quedaba la librería en el centro comercial Prebo, uno de los espacios de compras más viejos de la ciudad; y eso no estaba bien, porque la gente proliferaba en los nuevos malls que de igual manera proliferaban. Tampoco estaba bien que yo tuviera un club de video con películas de la Cinemateca en el primer piso de un centro comercial muy bonito, pero escasamente visitado. En realidad, no estaba bien que Andy y yo tuviéramos dos cotos de caza tan sue generis en Valencia, una ciudad donde más importa que te vean la piel pulida y lustrosa que las vísceras del alma.

Pero vayamos por partes. Aquel predio de Andy no sólo era una librería. Al fondo, mi amigo había instalado un café que consistía en unas cuatro mesitas y una galería de fotos. Allí, Andy exponía el material de fotógrafos conocidos y el suyo propio, y más de una noche terminamos tomando cervezas sobre aquellas mesitas, ya con el cartel de CERRADO puesto en la puerta (uno de los más grandes placeres del mundo es poder beber en un local cerrado y en compañía del dueño). Así que fue allí, en ese café, donde conocí algunos asuntos de la vida de Andy Solé, fotógrafo, librero y vendedor de safaris.


El coto barcelonés
Pues bien, y como ya supondrán, en Valencia la caza no tuvo buenos resultados. Yo me regresé a Caracas y Andy se fue para España. Pero aquella vieja conversación de café de librería no se ha perdido. Hace poco continuó, gracias al correo electrónico y al chat.

“Desde siempre fui el fotógrafo de la familia”, me escribe mi amigo. “Cuando terminé el bachillerato, decidí dedicarme de lleno al oficio. En 1989, mi esposa y yo nos mudamos a Barcelona (España). Allí estudié fotoperiodismo en el Centre de la Imatge. En 1994 volvimos a Caracas”.

¿Cómo había ido a parar Andy a Barcelona? Pues no por esas mañas venezolanas de alzar ciudades culturales en su imaginario campesino, y de la cual Barcelona es la más reciente; no, la razón es otra: su familia era de Cataluña. Lo que sí estaba difícil de entender, o de conectar, era cómo terminaron Andy y su esposa Mariam en Valencia. “Después de vivir en un lugar como Barcelona, nos quedamos con las ganas de mudarnos a una ciudad más pequeña, más a nuestro ritmo. En 1996 nació Andrés, mi hijo mayor. Mis suegros ya vivían en Valencia desde hacía dos años. Nos contaron tantas bondades de la ciudad que decidimos dar el paso.”

Pues bien, Andy y su esposa se fueron a Valencia. Allí, Andy montó la librería que ya sabemos. “Mi sueño siempre fue tener un amigo con librería; ninguno se animó, y me tocó montarla a mí”. De este modo, gracias a la falta de entusiasmo literario de sus amigos, yo conocí al personaje que nos ocupa, y su historia como vendedor de cacería.

Podríamos conjeturar que la elección de tan particular oficio se debe a un sueño de infancia. Ya saben, cuando uno es pequeño quiere ser policía y abogado, y después, cuando crece, te das cuenta que esos oficios son horrendos y te pones a hacer otra cosa. En el caso de Andy, podríamos pensar que lo mejor soñó con ser cazador de safaris, pero como no pudo serlo, se dedicó a venderlos. Pero él nos da una explicación más sencilla y lógica, y que no atañe a fantasías novelescas: “Cuando estudias tienes licencia para hacer trabajos inusuales, desde repartidor de pizzas hasta testigo de embargos, pasando por intérprete de un cazador profesional que no hablaba inglés. Lo de vender safaris se dio con el tiempo.”


De cazadores profesionales y deportivos
Andy se define como un broker, y no hace alardes de haber viajado por el mundo en emocionantes safaris para millonarios. Ellos, los compradores adinerados, son los llamados cazadores deportivos. Porque hay que saber distinguir. El cazador deportivo es el cliente, y el cazador profesional, como su nombre lo indica, es quien dedica a tiempo completo, todo su conocimiento en asesorar a los cazadores deportivos y a organizar cacerías según las necesidades del cliente. Ambos, el profesional y el deportivo, suelen encontrarse en las convenciones de caza. La más famosa, la más grande de éstas, la promueve el Safari Club Internacional (SCI), que se celebra todos los años en EEUU, en la ciudad de Reno, Nevada. En esas convenciones se pueden ver muchas escopetas, muchos tipos apuntando con ellas, cantidades inmensas de cartuchos y muchas cabezas de animales con cornamentas exuberantes.

Andy trabaja para Salvador Chias, uno de los cazadores profesionales más reconocidos de España, con más de cuarenta y cinco años de experiencia, y más de 20 asistiendo a la convención del Safari Club International, “con el que contribuye anualmente donando planes de caza para ser subastados para beneficio de esta organización”, dice en su página WEB (www.salvadorchias.com). Y es que los cazadores profesionales tienen eso: son como unos caballeros de ideales altruistas. El mismo Andy, que no caza sino clientes en convenciones, lo dice: “Los cazadores profesionales son personajes de novela, mitad soldados, mitad poetas”. Recordemos que la caza siempre fue un privilegio de nobles, de gente de sangre azul, con caballos, escudos, terrenos y ocio de sobra. A su vez, el origen de muchos de estos hombres de abolengo, está en el mundo militar. El título de duque, por ejemplo, viene del latín clásico dux, rango militar romano que equivale a General.

Quién sabe si gracias al aura de nobleza que rodea a la actividad, los cazadores hacen gala de una mentalidad ecológica o conservacionista. “No hay gremio más interesado en la preservación de la vida salvaje que el de los cazadores profesionales”, nos dice Andy. Y claro, más allá de las causas nobles, esta es la otra gran razón: sí se acaban los animalitos -y los animalotes-, se termina la diversión. Pero sigamos con Andy: “Los cazadores profesionales no sólo acatan sino que asesoran a organismos gubernamentales en materia de vedas, calidad cinegética, prevención de epidemias y furtivismo. Lamentablemente los controles excesivos típicos de las sociedades desarrolladas le restan magia a la aventura. Hasta hace diez años podías llevar la presa cazada a uno de los tantos restaurantes especializados en carne de este origen. Hoy día, los permisos sanitarios hacen imposible comercializar el producto de la caza a terceros.” Es así de sencillo: los cazadores organizados, preservan para seguir cazando. “En Bambi, el cazador era el villano, en Caperucita Roja, el héroe”, acota Andy.


Presas de la chequera
Ahora, cuando hablamos de safaris modernos, de cacería moderna, estamos hablando de algo que cuesta dinero. Es decir, cazar por el mundo es una diversión para millonarios. La mayoría de ellos, casi todos, son coleccionistas. Es decir que tienen un gran salón con animales disecados que ellos mismos han cazado. Y, como si se tratara de un vicio costoso, cada vez quieren más: “Si tienes un jabalí africano, tarde o temprano te enterarás de que el centroeuropeo es mucho más grande, así que… a por él”.

Cuando un cazador-coleccionista de estos quilates (en oro), compra un viaje de caza, la compañía que le presta el servicio, está en la obligación de ofrecerle acogedores hospedajes y extraordinaria comida. Muchas de estas excursiones se llevan a cabo en Europa, pero en lugares apartados, y si además consideramos que África es el principal destino para los cazadores, seguido por Asia, la cosa se pone entonces titánica. Pero es así, el cazador profesional debe aportar comodidad al cazador deportivo, y también un montón de trámites y conocimientos relacionados con el tema. “No siempre el cliente sabe los detalles de la especie que busca colectar; datos como calibre ideal, distancia de tiro, época en celo, cambio de pelo o caída de cornamenta (en los cérvidos como el venado), son indispensables, y sólo puede manejarlos el profesional. Una vez fijado el itinerario del interesado, el cazador profesional tramita los permisos de caza, las licencias, los seguros y los salvoconductos para las armas.” El comprador del safari sólo debe poner la chequera y su presencia, de lo demás se encarga el cazador profesional, y eso, cuesta dinero. Los servicios de un safari pueden variar. Pero con Andy y su jefe Salvador, el alojamiento y las comidas cuestan 650 dólares diarios (mínimo cuatro días), más el precio de la presa. Si vas acompañado por tu esposa, hay cargos adicionales que no bajan de cien dólares. Los niños, en muchos casos, salen gratis. Las presas tienen diferentes precios, según su dificultad para ser cazados. Un jabalí puede costar 1.200 dólares, un ciervo 4.500, y un Ibece Alpino (algo así como una cabra gigante), nada más y nada menos que 7.000 dólares. Todo esto sin contar el trabajo del taxidermista, porque el trofeo se lleva para la casa y se pone en el salón, como recordarán. “Un venadito bien hecho a cuerpo entero puede costarte unos 5 o 6 mil verdes”, explica Andy hablando de ese otro mundo que es el de los taxidermistas, profesión que está viva y coleando, y que también tiene sus detalles curiosos. “En Europa sólo se monta el cráneo con los cachos, entre otras cosas por falta de espacio; a los americanos les encanta el full mount.” La taxidermia, sin duda, da para otro reportaje. Pero sigamos con los cazadores deportivos.

“El perfil de nuestro cliente es republicano, mayor de 45 años”, apunta mi amigo. Sin duda, existe una larga tradición de cazadores norteamericanos tras la huella de bestias exóticas. Grandes e ilustres antecesores han sido el director de cine John Huston, el presidente Teodoro Roosevelt y el escritor Ernest Hemingway.

Cada año, en la Convención de Reno, asisten los mismos. Es un como un pequeño club, casi como pasar lista. “Cuando algún asiduo falta, todos pensamos ‘algo habrá pasado’. Enfermedades como la malaria o un accidente de caza son algo normal”. Sí, muy normal, pero si algo así ocurre, es una gran vergüenza para el cazador profesional, y un fallo de tal naturaleza puede sacarlo del negocio para siempre. Andy cuenta que después de 15 años asistiendo a esta gran Convención, “te acostumbras a toparte en los pasillos con personajes como Normam Schwarzkopf, Charlton Heston o Bush padre. Todos cazadores.” Andy recuerda haberle vendido un safari al hermano del Sha de Irán, y a alguno de los hermanos Ricci, del imperio cosmético Nina Ricci. Por Venezuela, dice que el apellido Zing aparece en algunos registros. “Pero nunca accedí al mercado local. Nadie es profeta en su tierra, y con control de cambio…”. Pero por allá lejos en Nevada, o en España, Andy sí ha vendido sus safaris. Allí, frente a él, ha tenido a aquellas personas que viven una vida totalmente diferente a la nuestra, con ellos ha tratado, y de muchos se ha tenido que aguantar sonriente las historias de sus cacerías con pelos y señales, para luego quedarse con la sonrisa convertida en un feo rictus cuando le dicen que no van a comprar esta vez, que están muy ocupados.

Tal como diría Selecciones: “esos son los gajes del oficio”.


Anécdota sin aquello, tal como Andy me la contó
“En la caza del oso polar es común que el profesional te advierta que las posibilidades de éxito son escasas. Depende mucho más de la suerte que cualquier otra cacería. Es un viaje interminable al norte del Polo Norte, donde el paisaje pierde color y el frío húmedo desafía la buena salud del aventurero. Es una experiencia solitaria; un guía esquimal será toda tu compañía los días que dure la búsqueda. Sin embargo, mi amigo José tuvo la mejor de las suertes, al segundo día pudo cumplir con el objetivo de su viaje, un magnífico ejemplar que llenó de alegría al guía inclusive. Ya en el campamento, se acomodaron en el igloo, ese habitáculo tan visto pero poco conocido. Extrañamente este espacio sin divisiones es un alojamiento tibio, que normalmente comparte el nativo con su compañera. Mi amigo ignoraba que la verdadera aventura estaba a punto de comenzar. Una cacería resuelta en tan poco tiempo y con tanto éxito merecía una celebración y la euforia del guía lo llevó a encontrarse con sus más íntimas raíces, y a ofrecerle a mi amigo los favores de su esposa. Él no salía de su asombro, para un europeo aquello formaba parte del imaginario del gremio; pero sí, la mayor muestra de cortesía para aquel hombre era ofrecer su bien más preciado, su fuente de calor, y la mayor descortesía era no aceptarlo. Así pues que ante el desconcierto inicial, mi amigo solo atinó a decir que un viejo accidente de caza lo había dejado impedido de… aquello. El esquimal, sorprendido, bajo la vista, sonrió, y no volvió a tocar el tema. Al día siguiente mi amigo partió con su trofeo. En su casa puede verse la piel de aquel animal, recordando el día que mi amigo se quedó… sin aquello.”


Glosario silvestre
Calibre: Es el diámetro interior del cañón de un arma de fuego o el diámetro del proyectil que usa. La caza de cada animal requiere del calibre adecuado.

Calidad cinegética: Se subordina al Calendario Cinegético, que define los períodos hábiles para cazar todas aquellas especies de fauna silvestre para las cuales existe permiso, tomando en cuenta el sexo, la talla y el peso de los individuos susceptibles de ser cazados, así como la cantidad de piezas que cada cazador está autorizado a cobrar por día de caza.

Caza: La acción de cazar se califica según la presa: la caza mayor es la de jabalíes, lobos, ciervos u otros animales semejantes. La menor, la de animales como liebres, conejos, perdices o palomas.

Coto: Terreno acotado (delimitado) para un uso determinado. El coto de caza es aquella área pública o privada cuya extensión y características medioambientales permiten la existencia natural o inducida de especies de fauna silvestre para llevar a cabo la actividad de cacería dentro de sus linderos.

Celo: Época en que los animales sienten apetito sexual. Su interés por aparearse los hace descuidados frente a los depredadores.

Cérvidos: Son aquellos rumiantes cuyos machos tienen cuernos ramificados que caen y se renuevan periódicamente; como el ciervo y el gamo.

Furtivo: Es quien caza o pesca a escondidas del dueño de una finca o custodio de un coto de caza.

Safari: Excursión de caza mayor conducida por un profesional. Normalmente se asocia el término al continente africano.

Taxidermia: Es el arte de disecar animales para conservarlos con apariencia de vivos. En algunos casos el arreglo puede resultar más costoso que la propia cacería.

Trofeo: La acepción más cercana que se le da en caza es la de “monumento, insignia o señal de una victoria”. Es decir, el trofeo es la pieza cazada. Pero cuando se usa el término como adjetivo: ese animal es trofeo, se habla estrictamente de una serie de características y medidas que lo hacen merecedor de un puntaje dentro de una escala en particular. Existen dos escuelas, la europea y la americana. La europea se rige por la norma CIC (Conseil Internacional de la Chasse) y la americana por la SCI (Safari Club Internacional). La calificación se expresa en medalla (metafóricamente), y puede ser oro, plata o bronce. Cada una tiene distintos matices, como un bronce alto o un oro bajo. Ambas CIC y SCI son válidas, pero con parámetros distintos. Esto quiere decir que a veces una medición oro según CIC, puede resultar plata según SCI, y viceversa.

Comentarios

Saludos Fedosy tiempo que no deambulaba por aquí pero sigue igual de ameno. Saludos a Joaquín
Saludos Fedosy tiempo que no deambulaba por aquí pero sigue igual de ameno. Saludos a Joaquín
He disfrutado muchísimo con lo expuesto. Todos los días se aprende algo novedoso: muy apreciable en estos tiempos turbios. Lo que describes me impresiona positivamente.

Sin proponérmelo, he recordado algunas películas que tratan, de una u otra forma, el tema: Out of Africa (aquella pintoresca historia de amor entre Isak Dinesen y Denys Finch-Hatton). White Hunter, Black Heart; de Eastwood. Mogambo (Con una Ava Gardner fabulosa)...
Maestro, esas películas que usted nombra son una maravilla. Gracias por los comentarios. Andy también se los agradecerá. Salud.
Unknown dijo…
Estoy muy feliz de que se reconzca las experiencias de Andy, persona super especial, gracias por hacero y de esta manera ademas, darnos a conocer el mundo de la caceria.
Maria Rosa de Marval
Unknown dijo…
Hola, mi Papá y yo nos hicimos muy amigos de Andy en Barcelona, España. Pero ahora estamos en Venezuela, de hecho mi Papa es padrino de su hijo... Lamentablemente le perdimos la pista... Hay alguna forma de que nos ponga en contacto con él?
Mi papa es Leopoldo y yo soy Luisana Linares... mi correo es luisana.linares@gmail.com

Gracias

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