Hace unos años tuve la fortuna de contar con la visita de la escritora Antonieta Madrid en el diplomado de narrativa que yo coordinaba para la Universidad Católica Andrés Bello y el ICREA. Ese día, mi querida Antonieta hizo una buena cantidad de observaciones agudas, sabias y poéticas sobre el arte y la vida. Entre otros asuntos, habló sobre el orden y el caos, y lo hizo por medio de lo que podríamos llamar una anécdota ejemplar nacida de su relación amorosa con el poeta Darío Lancini. Antonieta observó que ella era maniática del orden y que Lancini, en cambio, permanecía feliz en el reguero, entre el caos de sus cosas en la casa. Aquello ocurría porque, según había meditado, el poeta Lancini era dueño de una profunda tranquilidad u orden interior que no necesitaba de nada más, mientras ella, que siempre vivía en una constante revuelta interna, urgía de mantener el mundo exterior bajo su domonio, lo que por lo menos resultaba algo conciliador entre tanto remolino de adentro. ...
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