Recuerdo exactamente la escena de aquel día en que escuché la primera carcajada de Joaquín. Mi esposa y yo habíamos ido de visita a casa de su hermana, y estábamos en el estacionamiento del edificio. Joaquín aún iba en coche, no llegaba al año de edad, pero se acercaba. Mientras acomodábamos el bolso con los pañales y demás utensilios, me agaché hasta el coche y empecé a hacerle unos sonidos graciosos, moviendo la lengua como loco, diciendo sin sentidos, como hablando una acelerada lengua extranjera. En otras oportunidades Joaquín había sonreído y soltado unas risitas, y eso era lo que esperaba de él en aquel momento. Pero para mi sorpresa y la de mi esposa, Joaquín soltó un montón de estridentes carcajadas. Nosotros casi nos pusimos a llorar de la emoción. Barry Sanders nos dice en su libro Sudden Glory , que la antigüedad griega y romana consideraba la risa como un regalo de los dioses. Para Aristóteles, la risa diferenciaba a los humanos de los animales. El hombre era un animal ride...
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