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Darío Jaramillo Agudelo: De su obra y otra cosa



 


Darío Jaramillo Agudelo es uno de los grandes de la literatura en Colombia. Nació en Santa Rosa de Osos, Antioquia, en 1947. Es economista y abogado, fue también un importante gerente cultural, pero ha sido, sobre todo, un caballero que no se ha andado con escándalos ni sensacionalismos mediáticos. Ha hecho su carrera con calma y en silencio, desde la paciencia y la solidez de la palabra. A finales del año pasado recibió el premio Nacional de Poesía, el más importante galardón a este género que se otorga en Colombia, gracias a su indiscutible libro El cuerpo y otra cosa, publicado por la prestigiosa editorial Pre-Textos.
Acá, una entrevista con el reconocido poeta colombiano.



1)    Has publicado tanto poesía como novela. En La voz interior, de hecho, hay un lazo muy fuerte entre la poesía y lo novelado. ¿Qué te da la narrativa  y qué te da la poesía como formas de expresión?

Cada tema pide su forma. Cuando La Tirana, la poesía, se aparece, hay que estar pendiente. Es inoportuna, intempestiva, atravesada. Como ves, creo en la inspiración. El primer golpe del poema, su aparición, el dictado que parece que copiara, es arrasador, es un torrente. Pero como dice Jaime Jaramillo Escobar, el buen poema se come frío. Luego, tiempo después de esa aparición súbita del poema, viene la carpintería lenta, despiadada, mortal a veces.
Las novelas son historias que invento en los insomnios. Me paso los tiempos vacíos inventando personajes, historias que mueren inconclusas en mi propia desmemoria habiendo cumplido el cometido de entretenerme, de ayudarme a vencer, sin notarlo, el demonio del aburrimiento. La primera, La muerte de Alec, es en realidad una carta, que fue el modo que encontré para contar algo que sucedió en la realidad. Las demás dan cuenta de la continuidad de mis ocios. Las novelas que he comenzado sabiendo el final, las he terminado. Las que empiezo sin saber adónde voy, fracasan, se quedan inconclusas.
Pero así como el poema aparece cuando le da la gana, escribir una novela requiere de mí cierta planeación, cierta continuidad, cierta rutina.


2)    También tienes un libro maravilloso, Historia de una pasión, que está entre varias aguas, una de ellas, la memoria y el ensayo. Allí hablas de las razones para escribir. La infancia, los familiares que te rodearon, el amor por las palabras, y el amor al silencio están presentes como razones para esa pasión. Decir por qué uno escribe pareciera ser de las cosas más tormentosas que pudiera intentar un escritor. De 2006, que fue el año de la publicación para acá, ¿siguen presentes esos elementos? ¿Agregarías uno nuevo? ¿Algo ha cambiado en esa pasión?


Después de ese libro he seguido escribiendo más cosas sobre la pasión de escribir. Necesito hacerlo para explicarme. Y sigo necesitándolo, es que no lo he logrado. Lo que es cierto es que mantengo la pasión por escribir, mantengo el placer que derivo de eso, tengo la convicción de que nunca acabaré de aprender, pero eso también me divierte.

3) En El Juego del alfiler tratas el tema del narcotráfico en Colombia, pero lo haces desde una historia paralela, llena de ocultamientos, de misterios. No te fuiste al tema de manera directa, no lo trataste, digamos, de un modo periodístico documental. ¿Por qué elegiste esa manera de contar un tema álgido del país? ¿Esa manera de hacer, es decir, la historia paralela, la historia íntima, forma parte de tu poética a la hora de novelar?

Sí creo. Dos veces me he metido con la realidad más ‘dura’. La primera vez fue en Cartas cruzadas. Al principio esta era la historia de la mamá de un comerciante de cocaína, pero la historia me desbordó. Y de la historia se derivan muchas formas de ver ese mundo. Además, su carácter epistolar permite el cruce de opiniones y también permite multiplicar, según quién las narre, las versiones de ciertos episodios de la novela. En El juego del alfiler, además, se atraviesa el problema de la identidad. El Darío Jaramillo que aparece allí no soy yo. Y puedo probarlo. Yo estoy amputado del pie derecho y ese Darío era también monópodo, pero le falta el pie izquierdo y no el derecho. No soy yo.

4) Con todo, hiciste una antología de la crónica latinoamericana con Alfaguara que me resulta una de las más completas hasta ahora. ¿Qué hay en la crónica, y en específico la latinoamericana, que le llama la atención al Darío novelista?

Lo primero que me atrajo del género, tal y como se practica desde hace unos diez años en América Latina, es que establecieron el tabú del aburrimiento. Lo primero era, es, que la crónica no sea aburrida. Lo segundo era, es, su ambición: atrapar al lector con un tema, con una historia que, en principio no tendría por qué interesarle. Después de leer cientos de crónicas de todas partes, me convencí de que la literatura está mal enfocada si reconoce como propia la narración de una historia imaginada y la excluye cuando es real. El tema de la narración como arte es la maestría con que se cuente la historia, no si sucedió o fue inventada. El género está muy vivo en nuestro continente y puede haber muchas razones, entre las que no excluyo la moda. Lo principal, como lector, es que hay excepcionales talentos dedicados al género. No sobra repetir la lista de mis preferidos: Leila Guerriero, Martín Caparrós, Juan Villoro, Alberto Salcedo…; pero hay muchos, algunos que han intentado la extensión de un libro entero para contar una historia. Entre éstos destaco Líbranos del bien del colombiano Alonso Sánchez Baute y Los crímenes de Moisés Ville. Una historia de gauchos y judíos, del argentino Javier Sinay.
Por otro lado, no dudo de que existen magníficos autores de ficción y, más, de un abundante género que mezcla la autobiografía fabulada con la fábula autobiográfica. Es decir, casi crónica.

5) Hiciste un libro de poemas donde los gatos son los protagonistas. ¿Qué hay con los gatos?

No tengo gato. Nunca he tenido. Lo que pasa es que soy gato.

6) Tus poemas de amor son absolutamente recordados y reverenciados. ¿Qué tan complejo es hablar del amor y qué tan difícil resulta hablar del amor sin caer en los lugares comunes?

Me parece un atrevimiento escribir poemas de amor. Y una operación muy complicada. Primero hay que estar enamorado y ser capaz de escribir en ese momento, cuestión dificilísima y contradictoria, pues el grado de enamoramiento puede ser tal, que lo único que permita sea estar enamorado y nada más. Lo segundo es desenamorarse. Lo tercero es esperar varios años con todos esos textos guardados en un cajón sin releerlos.  Lo cuarto mirarlos después de esos años como si los hubiera escrito otra persona. Lo que sigue es descartar y descartar, dejar unos pocos, corregirlos y corregirlos, a lo mejor con un criterio rector, en mi caso fue buscar la sencillez absoluta, no usar metáforas sino cuando la imagen añadiera sentido, evitar los adornos, buscar el tono de conversación.
Por otra parte, no hay que tenerle miedo a los lugares comunes. Posiblemente sí a las muletillas. Pero hay cosas que siempre se dicen, que seguramente hay que repetir. Además, la paradoja es que si un poema se repite mucho, supongamos que se repite porque es bueno, porque descubrió algo, con las repeticiones se convierte en lugar común. Y ya quisiera cualquier poeta los lugares comunes de un Bécquer, de un Lope, de una Sor Juana.


7) ¿Cómo ves la literatura latinoamericana en este momento?

Esta pregunta tiene la trampa de las listas. Y la literatura latinoamericana actual es tan buena, que las listas, para ser justas, tendrían que ser muy largas. (Aparte de que intentar la lista produce resultados inesperados, como ganarse el rencor de alguien que se nos haya olvidado, aunque sea involuntariamente). Hay clásicos vivos como Nicanor Parra, Rafael Cadenas, Vargas Llosa, Luis Rafael Sánchez, César Aira, sin contar que en los últimos años hemos perdido a José Emilio Pacheco, a Eugenio Montejo, a José Watanabe, tres grandes. Y hay, aquí omito los ejemplos, una buena cantidad de magníficos poetas y de narradores con fuerza, con imaginación y con dominio del arte de contar.

8) Y la de rigor, ¿trabajas en algo en este momento? ¿Qué puedes asomar al respecto?

Acabo de publicar, el año pasado, un libro de poemas, El cuerpo y otra cosa. Y sigo escribiendo versos. Tengo en remojo varios ensayos. Por ahora, el que más entusiasmo me causa es sobre los fantasmas. Quisiera escribir un texto sobre el aforismo. Tengo en la nevera algunas novelas cortas que corrijo y corrijo sin admitir que estén listas para dárselas al director de Pre-Textos. No tengo prisa. Voy despacio.


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