EL NACIONAL - Martes 03 de Julio de 2007
ALBINSON LINARES
"Yo soy la excepción en el mundo. (...) Nunca habían visto cosa igual, mi línea matemática, desde la uña del dedo gordo, hasta el pelo más rebelde de mi órgano capilar. Ni el puente de Brooklyn, ni las pirámides de Egipto que entre paréntesis, no son más piramidales que yo", leía alucinado el escritor.
Las extravagantes confesiones, nacidas del delirio ególatra de Vito Modesto Franklin, quien ostentaba el dudoso título nobiliario de "duque de Rocanegras", eran una delicia para Fedosy Santaella.
El joven autor refiere que el célebre personaje caraqueño "lo encontró" y no a la inversa: "Tuve en Valencia un programa de radio que se llamaba `El arte del ocio’ junto a José Javier Rojas. Allí nos sentábamos todas las noches a hablar de lo que se nos ocurriera. Era como si estuviéramos en la sala de nuestras casas sentados, bebiendo cerveza y poniendo la música que nos gustaba. Luego de un año, investigando para el programa, llegué al libro Caracas física y espiritual de Aquiles Nazoa. Ahí encontré la historia de Vito Modesto Franklin".
Fascinado, comentó la excéntrica vida al aire. Tiempo después, ya radicado en Caracas, hojeaba distraído un volumen del Diccionario de Historia de Venezuela editado por la Fundación Polar. Entonces, saltó frente a sus ojos una referencia sobre el duque de Rocanegras y la existencia de sus memorias.
Con la exactitud que delata a los narradores cuidadosos, el joven autor recuerda el lugar donde consiguió el libro del excéntrico personaje: "Un día me fui a la Biblioteca Nacional a buscar el ejemplar.
Lo busqué en los ficheros y lo encontré en la Sala de Libros Raros. Resulta que es un libro escrito en 1924 y se imprimieron 8000 ejemplares. Aquella biografía (muy original, muy divertida) la copié a mano, íntegra en un cuaderno y me la llevé a casa".
Fruto de este interés fueron una primera novela que no llegó a publicarse y el blog duquederocanegras.blogspot.com en donde el lector encuentra la transcripción íntegra que hizo Santaella de los recuerdos del duque.
Impresionado por la riqueza del personaje, el escritor ideó otra trama más inspirada en la tradición del thriller policial, para desarrollar Rocanegras: "Luego comencé a leer algunas novelas de Ponson du Terrail y Gastón Leraux.
Entonces se me ocurrió que Rocanegras podía tener un pasado fascinante, relacionado con los caballeros ladrones. Así la aventura seguía estando presente, pero transformada en las acciones realizadas por el duque".
La Caracas decadente. Uno de los aciertos de esta primera novela de Santaella radica en lograr un vívido fresco de la capital de inicios del siglo XX. Atemporal, atrapada por su pasado glorioso y un presente mustio, la ciudad adolecía del encanto de otros momentos. Opacada por la total concentración de poder en la cercana Maracay, Caracas vivía el inicio de la riqueza petrolera, con la decadencia de barrios emblemáticos como El Silencio y la tímida opulencia de nuevas urbanizaciones como Altamira: "Recuerdo que conseguí un artículo de Rocanegras donde escribía sobre lo horrible que era el uso del chicle en todas partes, hasta en los teatros. Considerando que él venía de la Caracas guzmancista, tan europea, era natural que rechazara todo lo yanqui", comenta el autor.
Esta capital que vivió Rocanegras se encontraba en un período de transición, acentuado por los diversos cambios socioeconómicos que afectaron Venezuela a raíz de la explotación petrolera: "Cuando empieza a morir la Caracas de El Paraíso y surgen las nuevas urbanizaciones de Altamira, barrios como El Silencio antes de Villanueva eran muy decadentes. En la novela hay muchas referencias a la miseria y muerte que reinaban en los burdeles de sus calles era un barrio de mala vida muy pobre", acota Santaella.
Otro de los aspectos que resaltan en la lectura de Rocanegras es el uso de un léxico en cada una de las intervenciones del protagonista: "Era un mamador de gallo, pana de Leoncio Martínez y Job Pim que llegó al extremo de convertirse en una comedia de sí mismo. El decía que venía de La Guaira y en algún tiempo se dedicó a jugar cartas".
El carácter tan peculiar del hombre que fue Vito Modesto Franklin está revestido de un aura imprecisa, nutrida de los múltiples rumores que su mitomanía propagó: "En realidad, hay una leyenda alrededor de él, con muchos huecos fue un hombre que salió de la nada y llegó lleno de dinero a Caracas donde fue dueño del teatro Olympia. Otro rumor atribuía su fortuna a que era un picapleitos, un abogado sin título".
ALBINSON LINARES
"Yo soy la excepción en el mundo. (...) Nunca habían visto cosa igual, mi línea matemática, desde la uña del dedo gordo, hasta el pelo más rebelde de mi órgano capilar. Ni el puente de Brooklyn, ni las pirámides de Egipto que entre paréntesis, no son más piramidales que yo", leía alucinado el escritor.
Las extravagantes confesiones, nacidas del delirio ególatra de Vito Modesto Franklin, quien ostentaba el dudoso título nobiliario de "duque de Rocanegras", eran una delicia para Fedosy Santaella.
El joven autor refiere que el célebre personaje caraqueño "lo encontró" y no a la inversa: "Tuve en Valencia un programa de radio que se llamaba `El arte del ocio’ junto a José Javier Rojas. Allí nos sentábamos todas las noches a hablar de lo que se nos ocurriera. Era como si estuviéramos en la sala de nuestras casas sentados, bebiendo cerveza y poniendo la música que nos gustaba. Luego de un año, investigando para el programa, llegué al libro Caracas física y espiritual de Aquiles Nazoa. Ahí encontré la historia de Vito Modesto Franklin".
Fascinado, comentó la excéntrica vida al aire. Tiempo después, ya radicado en Caracas, hojeaba distraído un volumen del Diccionario de Historia de Venezuela editado por la Fundación Polar. Entonces, saltó frente a sus ojos una referencia sobre el duque de Rocanegras y la existencia de sus memorias.
Con la exactitud que delata a los narradores cuidadosos, el joven autor recuerda el lugar donde consiguió el libro del excéntrico personaje: "Un día me fui a la Biblioteca Nacional a buscar el ejemplar.
Lo busqué en los ficheros y lo encontré en la Sala de Libros Raros. Resulta que es un libro escrito en 1924 y se imprimieron 8000 ejemplares. Aquella biografía (muy original, muy divertida) la copié a mano, íntegra en un cuaderno y me la llevé a casa".
Fruto de este interés fueron una primera novela que no llegó a publicarse y el blog duquederocanegras.blogspot.com en donde el lector encuentra la transcripción íntegra que hizo Santaella de los recuerdos del duque.
Impresionado por la riqueza del personaje, el escritor ideó otra trama más inspirada en la tradición del thriller policial, para desarrollar Rocanegras: "Luego comencé a leer algunas novelas de Ponson du Terrail y Gastón Leraux.
Entonces se me ocurrió que Rocanegras podía tener un pasado fascinante, relacionado con los caballeros ladrones. Así la aventura seguía estando presente, pero transformada en las acciones realizadas por el duque".
La Caracas decadente. Uno de los aciertos de esta primera novela de Santaella radica en lograr un vívido fresco de la capital de inicios del siglo XX. Atemporal, atrapada por su pasado glorioso y un presente mustio, la ciudad adolecía del encanto de otros momentos. Opacada por la total concentración de poder en la cercana Maracay, Caracas vivía el inicio de la riqueza petrolera, con la decadencia de barrios emblemáticos como El Silencio y la tímida opulencia de nuevas urbanizaciones como Altamira: "Recuerdo que conseguí un artículo de Rocanegras donde escribía sobre lo horrible que era el uso del chicle en todas partes, hasta en los teatros. Considerando que él venía de la Caracas guzmancista, tan europea, era natural que rechazara todo lo yanqui", comenta el autor.
Esta capital que vivió Rocanegras se encontraba en un período de transición, acentuado por los diversos cambios socioeconómicos que afectaron Venezuela a raíz de la explotación petrolera: "Cuando empieza a morir la Caracas de El Paraíso y surgen las nuevas urbanizaciones de Altamira, barrios como El Silencio antes de Villanueva eran muy decadentes. En la novela hay muchas referencias a la miseria y muerte que reinaban en los burdeles de sus calles era un barrio de mala vida muy pobre", acota Santaella.
Otro de los aspectos que resaltan en la lectura de Rocanegras es el uso de un léxico en cada una de las intervenciones del protagonista: "Era un mamador de gallo, pana de Leoncio Martínez y Job Pim que llegó al extremo de convertirse en una comedia de sí mismo. El decía que venía de La Guaira y en algún tiempo se dedicó a jugar cartas".
El carácter tan peculiar del hombre que fue Vito Modesto Franklin está revestido de un aura imprecisa, nutrida de los múltiples rumores que su mitomanía propagó: "En realidad, hay una leyenda alrededor de él, con muchos huecos fue un hombre que salió de la nada y llegó lleno de dinero a Caracas donde fue dueño del teatro Olympia. Otro rumor atribuía su fortuna a que era un picapleitos, un abogado sin título".
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